viernes, 29 de enero de 2010

UN RECREO PARA EL CORAZON

EDGARDO ARIEL EPHERRA/ADRIAN BALAJORSKY

Este libro es muy lindo ya que es una recopilación de:
HISTORIAS Y ANECDOTAS para sonreír.
CONVERSACIONES para entibiar el alma
TESTIMONIOS para seguir creyendo
Como docentes vivimos experiencias únicas, las cuales por toda la vida recordaremos y aprenderemos la esencia de los niños, jóvenes, este libro nos recuerda con una sonrisa anécdotas propias, con las que en ocasiones nos identificamos.
Comprendemos que nuestra profesión es una vocación para hombres y mujeres con sensibilidad, es un oficio que ennoblece nuestra vida.
Aprender a enseñar y enseñar a aprender son dos de los más bellos trabajos de el ser humano, nuestras experiencias son un testimonio de vida y de trabajo. Nos narra momentos especiales, momentos de dicha, nostalgia sorpresa pero también desilusión en ocasiones frustración.
Les comparto uno de mis relatos favoritos.
LOS MOLINOS DE LA ESPERANZA
Trabajo en una escuela de las afueras de la ciudad, muchos de los alumnos van sin zapatos y esperan que el maestro les prevea de cuaderno y lápices por que en casa no tienen dinero para “esos lujos”. Tengo que tomar dos autobuses. Uno de ellos hasta casa de mi suegra, donde dejo a mi hijo de tres años. Con suerte, tardo una hora y cuarto de ida y otro tanto de vuelta.
Cuando acepte este puesto mi marido me dijo que era una locura, pero yo estaba feliz porque era la primera vez que tenia un empleo para todo el año.
La directora, al verme llegar el primer día, me pregunto:
¿Cuánto hace que acabaste la carrera?
-Dos años, aunque sólo he hecho suplencias cortas,
Te doy un consejo de bienvenida? En esta escuela, o en cualquier otra, tener el título de maestra.
Aquella afirmación de la directora me dejo sin palabras, y lo que dijo después no ( puedo) pude entenderlo en ese momento.
-Una cosa más, para que la tengas presente:
Aquí no sembramos arroz.
Durante las primeras semanas yo iba a trabajar con mucha ilusión y me enfrentaba a cada dificultad como Don Quijote a los molinos de viento. Pero la realidad fue muy dura. Mis alumnos no aprendían, Les explicaba cada tena una y otra vez sin resultados, no les interesaba. Los padres tampoco se comprometían y las otras maestras tenían sus propios problemas. Volví a hablar con la directora:
-Señora, los alumnos de mi curso no traen el material, parece que tienen la cabeza hueca, no hacen los deberes en casa, son violentos…
-¡Calma! – me interrumpió la mujer – Los chicos tienen más necesidad de modelos que de críticas.
Y lo principal: aquí no se siembra arroz. Nuevamente la directora me dejo muda, cada vez me cuesta mas hacer esa hora de recorrido hasta mi trabajo. Lloro cuando preparo mi ropa y mis papeles y sinceramente quiero renunciar, pero en casa necesitamos el dinero. Me duele la realidad, me involucró para mejorarla sin ningún éxito, y no, sé qué hacer. Pero siempre sucede algo dentro de mí, porque no quiero darme por vencida.
Entonces observo a las otras maestras, les pido consejos y comienzo a preocuparme un poco menos por los contenidos del programa, para jugar más con los chicos. Les hago preguntas, me acerco a ellos de otra manera. Recorro el barrio donde está la escuela, y veo como viven. Leo, investigo, busco estrategias y cada día intento hacer algo diferente.
Llega el día del maestro: la directora nos recibe con un obsequio, acompañado por una frase especial para cada profesor. La mía es un proverbio chino, que dice “Si haces planes para un año siembra arroz. Si los haces para dos lustros, planta árboles. Si los haces para toda la vida, educa a una persona”.

Ya llevo ocho años en esa escuela y he aprendido más de lo que he enseñado: hoy se que ser docente es hacer camino al andar, y que muchas veces los molinos de viento están dentro de nosotros y hay que arremeter contra ellos hasta derrotarlos.
Por supuesto, también he comprendido que nuestro trabajo no consiste en sembrar arroz.

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